“Los Tambores de San Baltasar:
Candombe, sincretismo e identidad cultural mestiza”
Odair Tabárez
Desplegar en el tiempo una expresión cultural es ver pasar ante nuestros ojos la vida de sus constructores superada por su propia creación y con ello, el camino que ésta ha recorrido, resultando de éste el determino de su forma, nunca definitiva mientras existe como tal.
Me referiré en adelante a las celebraciones propias del culto a San Baltasar, ocurridas en Montevideo hasta fines del siglo XIX y aún vigentes en Kambá Kuá (Fernando De La Mora - Paraguay) y en Empedrado (Corrientes - Argentina) pesquisadas en Enero de 2001 y Enero de 2002 respectivamente, donde:
- las danzas, ritmos y cantos que identifican los festejos,
- los nombres que identifican a las celebraciones y a sus motivos musicales y dancísticos y la relación comparativa entre aquello que designaban originalmente y lo que actualmente nombran,
- el nombre y el tratamiento que se da a los instrumentos utilizados en estos eventos, la función que cumplen en el conjunto instrumental y en la celebración, el momento y la técnica de ejecución,
- la vida de la imagen que es venerada y la de sus dueños y cuidadores junto a la de la comunidad o población a la que pertenecen, nos entregan las pistas necesarias para acercarnos a su origen, conocer su historia, los cambios que han sufrido y las circunstancias a merced de las cuales se dieron éstos a través del tiempo.
De igual manera, serán señalados los hechos históricos cuya relación con cualquiera de los elementos constitutivos de estas expresiones alimentan el conocimiento de las mismas.
En esta suerte de disección hecha sólo a efectos de su análisis, improbable en la realidad donde cada parte mantiene su significado en relación a las demás, cobrará forma el tema de la identidad cultural regional, que extravasa y desconoce el límite impuesto por las fronteras de tipo político, mostrando cómo expresiones de raíz común en un contexto regional adquieren un perfil propio según el ámbito particular en que se desarrollan, definiendo las identidades culturales locales.
A raíz de ello, surgen dos temas mayores invocados en el título de esta ponencia: el sincretismo y el mestizaje.
De este planteo se desprenden las conclusiones que llevan a la visión del Candombe uruguayo como expresión identitaria de la colectividad afrouruguaya, que reuniendo y sintetizando la memoria de motivos musicales y dancísticos de imprecisa data pero evidentemente relacionados al último antecedente de africanía, los Candombes de Reyes y las celebraciones a los santos negros, surge contemporáneamente desde el Carnaval, para luego convertirse en pilar fundamental de nuestra música popular. De esta manera quedará expuesto el sentido de identidad cultural mestiza referido en el título, rótulo que no desconoce ni minimiza la raíz negra afro uruguaya de nuestro candombe, mucho antes la hace más presente y valiosa.
Describiré a continuación los aspectos comunes a las celebraciones referidas, para luego hacer lo propio con aquellos que las diferencian.
Desarrollo de la celebración
La primera instancia es el rezo del Novenario en los nueve días previos al 6 de Enero. Es entonces que, promediando el día, la celebración de una comida reúne a la comunidad y es motivo de reencuentro con parientes y vecinos emigrados, bienvenida a los promeseros y devotos del santo que desde tempranas horas llegan desde otras localidades. Más tarde la Misa, función religiosa de mayor importancia, cuyo final marca la salida en Procesión que, partiendo de la capilla, realiza un recorrido predeterminado volviendo al punto de partida, marcando el inicio del festejo a campo abierto sus músicas y danzas.
Ámbitos de desarrollo
La Capilla, como espacio cerrado dedicado a las funciones religiosas, cuya composición y arreglo, incluyendo el altar, involucra especialmente a las mujeres.
Como espacio abierto la Cancha o Pista de baile, donde se desarrollan las danzas y demás formas de festejo que pueden alcanzar incluso las primeras horas del día entrante.
Elementos de culto
La Imagen de vestir del Santo Rey, referente central de la celebración, viste de rojo con vivos amarillos, zapatos negros y presenta como atributos un baúl, su correspondiente llave y una corona dorada, signo de su realeza.
Indisolublemente unidos a la procesión figuran el anda (parihuelas o angarillas) en que se pasea la imagen del santo y las banderas, del santo y del propio país.
Instrumentos
La presencia de tambores (más allá de su nombre, clasificación, material y forma de construcción, accesorios que utilizan, técnica y momentos de ejecución) es común a estos festejos.
Participantes
Existen tanto dueños como cuidadores de santo, pudiendo ser la misma o distintas personas, cargos que generalmente son heredados y recaen sobre las mujeres.
En las funciones religiosas participan los rezadores, propios o ajenos a la comunidad y el Cura que imparte la Misa que cierra la Novena.
Completan el círculo de participantes los devotos que asisten al festejo en cualquiera de sus eventos y los Promeseros unidos a la celebración por la fé que depositan en los pedidos que elevan al santo o retribuyendo aquellos que les han sido concedidos. Protagonizando el festejo, los bailarines y los músicos que acompañan su danza.
Por todo lo expuesto anteriormente estamos frente a celebraciones de tipo sincrético en que se une la alabanza y devoción netamente católica y el africanismo en la forma de festejo
Montevideo - Uruguay
En Montevideo, hasta fines del siglo XIX, convivieron dos formas distintas de asociación de la colectividad africana y su descendencia: las Cofradías y las Salas de Nación. Las primeras, cuyos patronos fueron San Baltasar y San Benito de Palermo, de sentido estrictamente religioso, católico, tanto en su organización como en su forma de celebración. Las segundas, reivindicadoras de la nacionalidad, promovieron la ayuda mutua de sus integrantes, tuvieron un perfil religioso de pormenores desconocidos y festejaron a puertas abiertas la Coronación de sus Reyes, eventos que adquirieron gran popularidad como Candombes de Reyes.
La decadencia de estas asociaciones coincide no sólo con el fallecimiento de los últimos africanos sino con el alejamiento de una parte de la colectividad de estas tradiciones bajo la influencia civilizadora e ilustrada de la clase dominante, cuyas prácticas “de sociedad” serán opuestas a las tradicionales, africanistas. Desde la década de 1870 estas sociedades de color participan del carnaval constituidas en comparsa. En la misma época surgen las comparsas de blancos pintados de negro que imitaron las prácticas de los africanos y a finales del siglo XIX y principios del XX se incorporan al carnaval los sectores negros más africanistas.
Teniendo en cuenta entonces:
Que existen de algunos viajeros, pocas y muy vagas referencias sobre la danza, música y cantos de los esclavos en la época de la colonia, es decir un desconocimiento casi total, (tanto como sobre las actividades en las Salas de Nación a excepción del 6 de Enero).
Que existe una enorme diferencia entre estas referencias y los ocho motivos coreográficos que se describen para la danza realizada en la ceremonia de la Coronación de los Reyes de Nación puertas adentro.
Que esto último es diverso de lo descrito del festejo al aire libre de estos Candombes de Reyes.
Que las sociedades de color conformaron sus repertorios de carnaval con los géneros musicales de moda, especialmente habaneras.
Que nada de lo anotado anteriormente tiene similitud con la rutina desarrollada por el conjunto dancístico musical que es la comparsa de negros y lubolos.
Es posible deducir que la actual expresión sociocultural que es el Candombe uruguayo, proviene de los sectores africanistas mencionados, quienes intervienen en el carnaval incorporando la memoria de las prácticas de sus antepasados.
El candombe nace libre pero marginado, escogiendo este ámbito de inversión para exponer su valía, como un paso más para la integración definitiva del aporte negro a la cultura uruguaya.
Tanto en este caso como en las expresiones de tipo sincrético debe subrayarse la enorme capacidad de adaptación al medio y a las circunstancias en la lucha por mantener las tradiciones (donde adquiere carácter relevante la transmisión oral) y lo mestizo que es producto de este choque entre dominador y dominado, donde la tendencia de uno provoca la adaptación del otro, que cede de lo propio el estado original en pos de la permanencia, resultando en una mezcla en la que nuevamente construye su identidad cultural. De allí las palabras identidad cultural mestiza evocadas en el título.
Para finalizar quiero anotar que:
1-si bien existe una relación de parentesco directo de las celebraciones de Kambá Kuá con nuestro país, no sólo por ser la comunidad descendiente de los soldados artiguistas sino también por comprobarse la nacionalidad uruguaya de varios de sus aspectos fundamentales como son: el rezo, el canto y la imagen del santo y, si no en su forma original, alguno de los motivos dancístico musicales, y
2-si bien la nacionalidad argentina, empedradeña, de la Charanda no admite discusiones, probablemente existe en la construcción de esta celebración una gran influencia de Brasil, evidente por ejemplo en el modo de ejecución del Bombo empedradeño, igual al de los tambores que acompañan el Jongo o las danzas de Umbigada del sudeste brasilero: tocados de mano por ejecutantes sentados a horcajadas sobre el tambor, existe plena coincidencia entre el patrón rítmico de la Charanda y el de la danza a San Baltasar en Kambá Kuá, que aclara cuál es el ritmo que prefiere el santo para ser festejado. Al coincidir con el pie de acompañamiento de la Habanera, que arriba a nuestro país con posterioridad a la data de las celebraciones referidas, implica su conocimiento previo por parte de los negros uruguayos y, en consecuencia, descartaría la influencia de este estilo sobre la generación del ritmo del Candombe uruguayo, aunque este patrón rítmico forme parte de sus raíces.
Coincidentemente y afirmando esta idea, el tamborilero uruguayo
Benjamín Arrascaeta describe el mismo diseño rítmico como el ejecutado en el tambor Piano en la Llamada de Charrúa, en Montevideo en la década de 1940.
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