martes, 27 de mayo de 2008

MATERIAL PARA LA RESPIRACIÒN EN LA LECTURA

La respiración tiene dos fines principales: uno, como función nutritiva (respiración vital), y otro, para la emisión de la voz, o de la palabra (respiración vocal o fonación).

Para las necesidades de la vida y la conversación ordinaria, es suficiente la respiración habitual; más para recitar y leer bien, es indispensable aprender a respirar, de lo contrario la voz se ahoga, se debilita, se hace áspera y es imposible dar expresión a la lectura.

La acción de respirar consta de dos momentos: atraer el aire exterior a los pulmones (aspiración), y expelerlo de dichos órganos (espiración).
La aspiración, que es el momento más importante, puede hacerse de tres maneras distintas:
1. Llenando los pulmones en sus bases, lo que produce una pequeña elevación del abdomen (respiración abdominal);
2. Llenando los pulmones lateralmente, merced a la elevación de las costillas (respiración costal); y
3. Aspirando desde la parte superior de los pulmones, para lo cual es necesario elevar los hombros y las clavículas (respiración clavicular).


Con las respiraciones costal y clavicular se introducen en los pulmones pequeñas cantidades de aires que se agotan pronto. Hay que aspirar entonces con mucha frecuencia, y este acto repetido fatiga al lector y molesta al auditorio.
La respiración costal y abdominal, en cambio permite introducir la mayor cantidad de aire con el menor esfuerzo.
Como en la lectura se consume más aire que en la respiración ordinaria, habrá necesidad de hacer mayor acopio de él. Por esto, toda persona que pretenda leer bien debe, ante todo, aprender a respirar, de suerte que los pulmones se llenen de aire en sus costados y en sus bases.
Mientras dure la lectura es conveniente tener el cuerpo bien erguido y mantener el libro en una posición cómoda.
Si fuese necesario leer sentado, se cuidará de que el tronco no se incline hacia delante. Es claro que debe evitarse el uso de cuellos, corbatas y cinturones ajustados al cuerpo, así como también la faja muy apretada; pues todo esto dificulta la respiración.
Las aspiraciones no pueden hacerse, en la lectura y recitación, donde uno quiera. A este respecto deben recordarse las siguientes reglas:
1. Cuando los pensamientos que se van leyendo se completan, hágase una pausa larga y procédase a una inspiración amplia y profunda;
2. En las pausas señaladas con puntos, se podrá hacer una media aspiración;
3. En las comas y cortes de la frase sólo corresponde una aspiración muy breve.

Creemos inútil decir que no es necesario respirar siempre que se halle un signo de puntuación; pero sí hemos de insistir en que se debe respirar a menudo, de suerte que nunca se agote la provisión de aire de los pulmones. Las aspiraciones se harán, regularmente, haciendo pasar el aire por las fosas nasales, no por la boca. Las narices son suficientes para la respiración, salvo en caso de enfermedad y, además, templan y purifican el aire antes de que pueda llegar a los pulmones, mientras que la aspiración por la boca, entre otro inconvenientes, tiene el de secar la garganta, lo que dificulta la producción de la voz. Sin embargo, a veces, en las pausas breves, será necesario respirar por la boca y la nariz, a fin de introducir en los pulmones la mayor cantidad de aire durante el escaso tiempo disponible.

Después que se sepa aspirar bien, se debe aprender a gastar el aire con economía.

Un mal lector, al respirar, introduce poco aire en sus pulmones y expulsa demasiado. ¿Qué sucede entonces?. Que el lector o cantor se sofoca y deja oír un ronquido tan desagradable para el que escucha como para el que habla o canta.
Se aprenderá a gastar el aire con economía habituándose a observar las siguientes reglas:

1. No forzar la voz;
2. No apresurarse en la lectura;
3. No agotar más aire que el necesario; y
4. No agotar nunca la provisión de aire de los pulmones
.
Los siguientes ejercicios respiratorios contribuirán también a que los alumnos se habitúen a la respiración artística:

1. Aspirar lentamente hasta llenar los pulmones, y espirar en igual tiempo:
2. Aspirar con rapidez y expulsar el aire con lentitud, pronunciando una j prolongada;
3. Aspirar el aire con lentitud y expulsarlo rápidamente, pronunciando la sílaba ja; y
4. Aspirar y respirar con la mayor rapidez.

En estos ejercicios, la aspiración se hará por la nariz y la espiración por la boca.
Como se observa, no es cosa fácil aprender a respirar bien; pero vale la pena empeñarse en ello, porque sin la buena respiración no puede haber buena voz ni buena lectura.
No terminaremos sin antes exponer algunas reglas de higiene de la lectura:

1. No se debe leer en voz alta cuando se padece algún resfriado u otra afección importante.
2. Siempre que sea posible, se leerá en un ambiente en que se respire aire puro; porque la lectura, como todo ejercicio corporal activa la función respiratoria.
3. No se llenarán los pulmones con exceso, para no congestionar los vasos de la garganta y de los pulmones.
4. Se aspirará el aire siempre que se pueda y se sienta necesidad de ello.
5. No se ha de forzar la voz en su intensidad, en sus registros o en su extensión. Leer no es gritar.



MATERIAL DEL GESTO Y DEL ADEMÁN EN LA LECTURA Y EN LA RECITACIÓN.

Los movimientos del cuerpo, particularmente del rostro, de los brazos y las manos, que constituyen el lenguaje mímico, acompañan siempre más o menos, según la intensidad de los sentimientos, al lenguaje oral, para completar la expresión.

“Al leer y al hablar en público no basta, pues, satisfacer la inteligencia y el oído pronunciando las frases con claridad y corrección, sino que debe acompañar a la voz la acción de los brazos, y sobre todo, la expresión de la fisonomía, que es como el espejo donde se refleja la imagen de nuestros pensamientos y de nuestros afectos”.
Es tal el poder de la acción unida a la voz, que se comprende y se tiene una impresión más viva de lo que se dice, cuando escuchamos y vemos al orador, que cuando solamente podemos oír su palabra.

“El estudio del ademán y del gesto al leer y al hablar, comprende cuanto se refiere a la expresión de la fisonomía y a los movimientos de los brazos y las manos, necesarios para expresar los conceptos”.

DEL GESTO. “E l gesto o expresión de la fisonomía es muy elocuente, es como un libro abierto donde puede leerse lo que pensamos y todas las emociones del alma. El rubor, la palidez, el movimiento de los labios, la contracción de los músculos de las mejillas y de la frente, dicen a veces más que un elocuente discurso”.

“Pero donde se manifiesta claramente el alma es en los ojos. Sin moverse, aparecen vivos con la alegría y velados con la tristeza. Moviéndose, no hay pasión que no sean capaces de expresar: amenazan, desdeñan, acarician, suplican. En la cólera se muestran ardientes e inflamados, terribles en la amenaza, severos en la represión, impetuosos en la indignación, extraviados en el temor, elevados en la admiración, bajos y como obscurecidos en la vergüenza”.

Los ojos, la frente, la boca y las cejas son las partes del rostro que más concurren a dar viveza a la expresión.

Sería muy difícil fijar reglas sobre este delicado asunto. Lo más acertado es que el lector u orador se observe a sí mismo cuando expresa las emociones de su alma, y estudie el gesto usado por los buenos lectores y oradores. Evítese al tener los ojos fijos, continuamente agitados, lánguidos o adormecidos.

“Los movimientos de la cabeza indican diversas pasiones. Elevada, expresa admiración; inclinada a uno u otro lado, temor, indignación, desprecio, etc; inclinada hacia delante, compasión, súplica; recta e inmóvil sobre los hombros, estupidez, maldad, etc.

En la lectura estos movimientos deben usarse con prudencia. Por lo regular, la cabeza se tendrá un poco inclinada hacia delante, evitando siempre la contracción del cuello, porque dificulta la emisión de la voz”.

Accion de los brazos y de las manos. “Los movimientos de los brazos y de las manos son muy expresivas y variadas. En la lectura, ocupada la mano izquierda con el libro, no queda expedita mas que la derecha, y ni cabe ni es conveniente mucha acción; pero al recitar y, sobre todo, al declamar, dichos órganos desempeñan un papel importante. La acción de la mano es a veces indicativa, y designa el tiempo, el número, la cualidad, los lugares, las personas, etc; otras, imitativa, como cuando describe o representa las personas o las cosas por medio de signos agradables y de buen gusto; otras, por fin, expresiva, cuando manifiesta los movimientos y afectos del alma”.

“El buen gusto debe servir de regla en la acción. Ni levantar ni bajar demasiado la mano, ni cerrar los puños, ni apretar los dedos, ni abrirlos demasiado los movimientos bruscos y los de arriba abajo, o al contrario produce mal efecto. Son preferibles los oblicuos y, sobre todo, describiendo una curva, cuando se esta de pie, la acción principal jamás debe ejecutarse con el brazo opuesto a la pierna que se adelanta, sino con el del mismo costado”.
“En los momentos de admiración, de entusiasmo, en que el alma se eleva, la acción la imita; en los de dolor y abatimiento, se dejan caer los brazos. En la indignación, la cólera, la amenaza, la acción es hacia delante; cuando el alma parece que se reconcentra en si misma para la meditación, se imita esta sentimiento replegando los brazos sobre el cuerpo. Para expresar afecto se lleva la mano al corazón; para indicar desprecio o desdén, levantándola se traza una curva de derecha a izquierda y de arriba abajo en la compasión, los movimientos son dulces y afectuosos; en la impaciencia, vivos y rápidos. El que manda extiende el brazo hacia arriba, el que obedece hace un movimiento hacia abajo, corto y reservado”.

“La mano tiene también grande expresión. Cuando manifestamos deseo de poseer o de atraer, se vuelve la palma hacia el cuerpo, y al contrario cuando se manifiesta repulsión. Cada mano debe moverse en su lado respectivo, sin pasar al dominio de la otra o de la mitad del cuerpo”.
“En el dolor y abatimiento cesa la acción. Las pasiones reconcentradas no requieren mas expresión que la de la fisonomía o un ligero movimiento de cabeza; la acción debilitaría el efecto”.
“La pauta de todo esto han de ser las ideas y sentimientos, a los cuales ha de acomodarse la acción para ser natural y verdadera. Como regla constante conviene tener presente que es preferible la falta al exceso, y que aún en las pasiones mas violenta, debe conservar la acción cierta dulzura”.
El lector debe ser muy parco y moderado en la acción la expresión indispensable de la fisonomía, algunos movimientos de cabeza y el juego moderado de la mano derecha serán suficientes. El recitador y, sobre todo, el orador, procurarán sacar el mayor partido del ademán y del gesto. Para lograrlo será conveniente que se estudien a si mismos y oigan a menudo a los mejores oradores de la tribuna y del púlpito. Sin copiarlo servilmente, se esforzarán por descubrir los procedimientos de que se valen los maestros de la buena dicción.

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